Es difícil explicar como siento el paso del tiempo estos últimos meses. Veo risas que se desvanecen y felicidad circunstancial que asoma y se esconde como si se tratara de un sujeto misterioso. Me encuentro en el tramo oscuro del camino donde pequeñas luces pasan a gran velocidad sin reparo en mi, siguen de largo desesperadas hacia la meta de lo que parecería una carrera. Yo me quedo allí observando lo poco que puedo y me permite la vista.
Voy a paso lento, solo quiero disfrutar del viaje, aunque esas malditas nubes permanecen en el paisaje. Recuerdo mirar por la ventana, esperando el sonido del timbre, el sol desbordante, el celeste intenso del cielo, la claridad del fin de semana, las preocupaciones insignificantes, los planes momentáneos concretándose, como una manifestación evidente de lo correcto.
Arrancaría mis fuerzas para entregárselas, para que corra su carrera al ritmo que quiera, pero se que no puedo. Y realmente me pregunto por qué es así, si acaso tiene algún sentido.
Muchos valores y conceptos magníficos que aprendí quedaron tirados en el piso sin fundamento alguno que abale su razón de ser.
Ya no busco apoyo ni nadie que me contenga, solo busco su integridad. Ya no me quejo de incompleto cuando una gran parte de mi esta sufriendo. Y es que entendí que soy parte de un todo, difuminado ante luces cegadoras.
Mi luz va a resplandecer cuando brilles compañero.